Este verano estamos padeciendo días de calor intenso. Los termómetros suben y los cuerpos piden refrescarse. ¿La mejor solución para niños y padres? Para quien no tiene una playa cerca, la piscina, sea pública, comunitaria o de uso particular.
Es la época del año que más tiempo pasamos en remojo, especialmente los más pequeños de la casa, y tendríamos que tomar alguna precaución con nuestra higiene bucal. Hemos aprendido a proteger nuestra piel del sol, ahora toca cuidar nuestros dientes y encías.
El pH de nuestra saliva se sitúa habitualmente entre el 6,5 y el 7, lo que se considera como neutro en una escala que llega a 14. Sin embargo, el cloro que se utiliza para mantener a raya los patógenos de nuestras piscinas puede subir hasta 8 y convierte el agua en una sustancia alcalina. Esa alcalinidad supone un riesgo para dientes y encías porque las proteínas de la saliva se descomponen con celeridad y crean depósitos que facilitan la adherencia de bacterias. El dichoso sarro hace su aparición. También puede verse afectado el esmalte dental con la presencia de manchas oscuras o padecer episodios de periodontitis y gingivitis.
Si bien es cierto que los casos problemáticos se dan en nadadores profesionales con jornadas de más de seis horas de entrenamiento que se enfrentan al conocido como “sarro del nadador”, ahora en verano no está de más adquirir ciertos hábitos protectores.
Primeramente, sería interesante revisar los valores de cloro y temperatura del agua de la piscina, sobre todo, si es de nuestra propiedad para evitar niveles excesivos. Un valor de cloro alto puede ser dañino, ya no sólo para nuestra boca, sino para piel y ojos. Esos ojos enrojecidos no son buen síntoma.
Las bebidas y alimentos que consumimos durante el baño también tienen consecuencias, especialmente, los azucarados. La glucosa reacciona con el cloro y aumenta la erosión de los dientes. Es época de refrescos, granizados, horchatas… ¡Ojo! Mejor enjuagarse la boca antes del chapuzón.
Y por último, no olvidar los dos hábitos que mejor nos protegerán: lavarse los dientes tras las horas de piscina y acudir a nuestro dentista después del verano. Es aconsejable cepillarse los dientes con un dentífrico con flúor tras las jornadas de piscina y repetir la acción como lo podemos hacer después de cada comida. La visita al dentista también es importante porque puede percibir alguna dolencia latente o el inicio de una caries incipiente fácil de resolver.
¿Te has planteado una piscina de agua salada? Son mucho más cómodas y saludables al prescindir de los tratamientos con agua clorada. Son más recomendables y mejores para nuestra salud bucodental. La sal, además en niveles bajos como es el caso, evita infecciones y revitaliza los tejidos.
Sigue estos pequeños consejos y disfruta sin riesgo de los chapuzones del verano. Aunque siempre puedes quedar a salvo con un magnífico y colorido flotador.