Un acto cotidiano que realiza a diario: abrir el tubo del dentífrico y extender un poco de pasta sobre el cepillo de dientes para iniciar su higiene bucal

¿Nunca te has planteado qué contiene esa masa ni dura ni blanda con cierto olor y sabor? En este artículo te aportaremos luz porque repasaremos los elementos más habituales que están presentes en nuestros dentífricos.

De entrada, no debes asustarte y sí obviar las muchas leyendas urbanas que circulan por Internet. Los dentífricos que se comercializan superan todos los test farmacéuticos establecidos y no presentan ningún perjuicio para la salud si se hace un uso adecuado de los mismos. La elaboración de dentífricos con sodium lauryl sulfate, propylene glycol o diethalonamine para generar espuma durante el cepillado levantaron cierta controversia al igual que el triclosan. Sin embargo, hay que señalar que un 75% de su composición son humectantes, es decir, ingredientes que impiden que se endurezcan como la glicerina o el agua; sí, simple agua.

Junto a los humectantes, debemos destacar los principios activos, los componentes que sí ayudan directamente a nuestros dientes o encías. Así, el hexametafosfato de sodio actúa como antimanchas y reduce el sarro. En cambio, el sílice hidratado es el abrasivo estándar para eliminar la placa. Éste último tiene un origen totalmente natural y constituye la base de la mayoría de blanqueadores del mercado. En una proporción menor también está presente el lactato de zinc, que inactiva los gases que desprenden mal olor y que pueden causar efectos negativos en la cavidad bucal, e ingredientes como el stannous fluoride y el sodium fluoride que fortalecen el esmalte.

El resto de elementos son más secundarios y ayudan a conservar o a hacer más atractivo el producto final al aportarle color y sabor. Es frecuente poder leer en las etiquetas CI 77891 (dióxido de titanio) en una pasta de color blanco o CI 74160 (Ftalocianina) para una de color verde azulado.